Pobres o pudientes, autoritarios o «pasotas». No existe un patrón de familias a la hora de hablar del consumo de drogas de los hijos. Sin embargo, una relación cercana y afectiva puede reducir la probabilidad.
Cuando se le pregunta a un adolescente por qué consume drogas, guardará varias respuestas comodín: para divertirse y sentirse bien; para sentirse libre e independiente; para interactuar con los otros, con el «botellón» como rito, o para satisfacer su curiosidad. Lo que rara vez confesarán es que recurren a las drogas para llenar vacíos internos; suplir carencias y afrontar la angustia, la impotencia o el miedo.
Tras estas excusas, nos encontramos que año tras año baja la edad media de inicio en el consumo de drogas.
La relación «cercana y afectivamente sólida entre padres e hijos» favorece «núcleos familiares más cohesionados», con «padres comprometidos y una fluida comunicación interna». Todo ello constituye un factor que «puede reducir la probabilidad» del consumo. Y aunque «la desestructuración puede ser un factor a tener en cuenta no es determinante», pues «en la prevención no hay dogmas»: tan perjudiciales pueden ser unos padres que ejercen de policías de los hijos, como otros que son unos pasotas».
Tampoco un chaval puede llegar a casa a la hora que le dé la gana ni disponer de grandes cantidades de dinero. Los padres han de poner normas y límites», pero «con cariño y afecto».
Sin embargo, ¿qué se puede hacer cuando los padres confirman que su hijo consume? El Proyecto Hombre Madrid cuenta con un programa conjunto de menores y familias. «Es extraño encontrarse con adicciones, pero sí con consumos abusivos: alcohol, drogas de síntesis...», comenta José Luis Sancho, director de la ONG en Madrid.
Es necesario trabajar con padres y alumnos para que sean conscientes del problema.
http://www.proyectohombre.es/
Cuando se le pregunta a un adolescente por qué consume drogas, guardará varias respuestas comodín: para divertirse y sentirse bien; para sentirse libre e independiente; para interactuar con los otros, con el «botellón» como rito, o para satisfacer su curiosidad. Lo que rara vez confesarán es que recurren a las drogas para llenar vacíos internos; suplir carencias y afrontar la angustia, la impotencia o el miedo.
Tras estas excusas, nos encontramos que año tras año baja la edad media de inicio en el consumo de drogas.
La relación «cercana y afectivamente sólida entre padres e hijos» favorece «núcleos familiares más cohesionados», con «padres comprometidos y una fluida comunicación interna». Todo ello constituye un factor que «puede reducir la probabilidad» del consumo. Y aunque «la desestructuración puede ser un factor a tener en cuenta no es determinante», pues «en la prevención no hay dogmas»: tan perjudiciales pueden ser unos padres que ejercen de policías de los hijos, como otros que son unos pasotas».
Tampoco un chaval puede llegar a casa a la hora que le dé la gana ni disponer de grandes cantidades de dinero. Los padres han de poner normas y límites», pero «con cariño y afecto».
Sin embargo, ¿qué se puede hacer cuando los padres confirman que su hijo consume? El Proyecto Hombre Madrid cuenta con un programa conjunto de menores y familias. «Es extraño encontrarse con adicciones, pero sí con consumos abusivos: alcohol, drogas de síntesis...», comenta José Luis Sancho, director de la ONG en Madrid.
Es necesario trabajar con padres y alumnos para que sean conscientes del problema.
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